21.11.10

neoplasia benigna

Esta semana fué bastante caótica. Y ecléctica. Este clima absurdo de calor y lluvias me confunde ante las puertas del closet. La lluvia ha llegado, el viento ha soplado. Mi alma. Me ha desordenado el pelo y acariciado la nuca. Me ha revuelto los pies. Zancadillas de un taco roto para tropezar con tu recuerdo. Buscar el cerrojo que abre tu boca, tu mirada, el poema entre tus brazos. Los recuerdos no son importantes porque existan, son importantes si alguien los piensa y son maravillosos cuando devuelven un eco con más colores.
El refrigerador parece desierto, pero la verdad es que yo tampoco me siento muy llena desde hace unos días. De hecho, por la mañana, la única diferencia entre el refri y yo, es que al refri se le enciende una luz al abrir la puerta. Al minimo vacio que siento en mi interior tiendo a aislarme de todo lo que me rodea. Me envuelvo en alusa transparente, de tal forma que aunque esté dentro de un bullir de gente, me siento lejos de todo y de todos. Y me da pena, pero me da pena porque no siento pena por eso. En estos días tan extraños siento nostalgia, pero no en el sentido melancólico que origina un recuerdo o una pérdida. Es una nostalgia de futuro. Es una sensación que sólo me asalta a veces, pero que me revuelve las entrañas. Supongo que se trata de una nueva especie de nostalgia-solitaria. Aveces ni yo me entiendo. Dios se debe ganar el cielo conmigo.

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