13.3.11

Paisaje expresionista

En el colegio siempre me retaban por mirar la lluvia a travéz de la ventana durante las clases. Lo bueno de la vida universitaria es que dejan de retarte por eso, porque es irrelevante que una alumna se detenga en cosas irrelevantes. Durante este temporal, además de no poder dormir y estar muerta de meyo, imaginaba qúe es lo que pude haber pensado la primera vez que vi llover. Tal vez como una catástrofe cósmica, como esos crudos temporales con fuertes vientos el día de mi cumpleaños. Y quizás por eso me gusta tanto la lluvia. Supongo que éste blog es sólo una triste excusa para escribir recuerdos. Pero me ayuda a no olvidar que existe belleza en el mundo. Cómo la noche, que cada vez me muestra una cara diferente de la soledad. Aveces la amo con locura y otras veces la detesto. A la noche, porque la soledad la disfruto muchisimo. Pero me desespera ésta diarrea mental, que me invade cada vez que debería estar estudiando. Y es que, revisando el instrumental quirúrgico, senti la necesidad de subirme al corto laja que por algún místico motivo me ayuda a ordenar las ideas.
En fin,ciertamente ésta lluvia anticipa la llegada del otoño, los 15 grados de temperatura y el 60% de húmedad ambiental que a mí tanto me gusta. A partir del equinoccio las hojas de los árboles se desprenden y azotadas por el viento se vuelven alimento para la tierra. Siento que éste será uno de los otoños más místicos para mucho de nosotros. La naturaleza con la que aún no queremos reconciliarnos no sabe de justicia, pero sí de quilibrio. Y tal como hacen los árboles habremos de cambiar nuestro follaje, desprendernos de nuestras derrotas para dejar brotar el aprendizaje y seguir creciendo. Y así vivir nuestras primaveras y veranos e inviernos pero no como rutinas sino como ciclos donde liberarnos del conocimiento para dejarnos asombrar por lo que nos rodea y acernos preguntas tontas acerca del mundo, quizás como la primera vez que vi llover. Y el paseo en tren me lo debo.

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